Un modelo europeo
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El sistema de campos de concentración nacionalsocialista, 1933-1945
un modelo europeo



Los “campos salvajes” (1933-1935)

Con la finalidad principal de aterrorizar a sus adversarios políticos, el régimen nacionalsocialista creó, en los primeros meses de su dominio, un gran número de centros de detención por todo el país (unos setenta), por los que pasaron, entre febrero y abril de 1933, más de 45.000 personas. Se trató de una represión que se centró, especialmente, en el movimiento obrero organizado (comunistas, socialistas, socialdemócratas y sindicalistas), aunque también pasaron por esos centros muchas personas de tendencias conservadoras y, en casos excepcionales, en esta primera fase, elementos Asozialen (homosexuales, vagos, etc.). En las diferentes regiones del Reich se formaron, en poco tiempo, nuevos centros para presos políticos que, desde mediados de marzo de 1933, tuvieron la designación de campos de concentración[10].

La creación de estos primeros campos no fue iniciativa de las autoridades estatales, sino, principalmente, por algunas formaciones del Partido nacionalsocialista, sobre todo las SA, con la colaboración de las autoridades regional y local. La mayoría de estos primeros campos, muchas veces poco más que un sótano donde se torturaba a los detenidos, tuvo una vida relativamente efímera durante la etapa del terror “salvaje” o “espontáneo” nacionalsocialista[11].

Estos primeros campos fueron creados por la necesidad de poder acomodar al conjunto de detenidos que siguió a la oleada de detenciones tras la promulgación de los Decretos Presidenciales de Emergencia de marzo de 1933, tras el incendio del Reichstag. Los Decretos de Emergencia eliminaron cualquier forma de intervención judicial sobre la aplicación de las medidas de “detención preventiva”, de modo que los detenidos podían ser enviados a los campos de concentración y centros de detención, sin ningún tipo de control legal. Durante esta fase de “terror salvaje”, y al amparo de los Decretos de Emergencia, tanto las autoridades policiales como las SA se extralimitaron notablemente en sus competencias, de modo que en los nuevos campos se internaba a todos aquellos que eran considerados “enemigos” del régimen nacionalsocialista.

Los campos de concentración se convirtieron en la nueva “creación” del Estado nacionalsocialista, y comenzaron a amenazar con sustituir completamente a los procedimientos legales establecidos tradicionalmente, ya que mediante su uso la policía política podía evitar que muchos detenidos pasasen por los tribunales. Podía también aplicar unas medidas mucho más drásticas en su lucha contra el enemigo político. Así, mientras que para las autoridades policiales locales estos campos de concentración funcionaban principalmente como centros de detención preventiva, para la nueva policía política nacionalsocialista cubrían también la función de una forma de castigo extrajudicial, dentro de su sistema de medidas preventivas.

Estos brutales procedimientos del nuevo régimen contra sus adversarios políticos no hubieran sido posibles en ningún país civilizado, y por ello aparecían frecuentes informes en la prensa extranjera sobre la situación que se daba en esos centros de detención. Debido a estos problemas de “imagen” exterior, el régimen comenzó una radical restricción del terror “salvaje”: se redujo el número de detenidos, una gran parte de los centros fueron clausurados, y los presos restantes trasladados a otras dependencias. Desde junio de 1933 se llegó a la conclusión de que estos primeros campos de concentración debían ser eliminados, y que debía establecerse un nuevo sistema de campos, totalmente centralizado, sistematizado y subordinado a las necesidades de las medidas políticas del régimen.

Además, Himmler y la dirección de la policía política querían jugar el papel de factor de estabilización y orden dentro del caos creado por el “terror salvaje”. Tras la creación, en junio de 1934, de la Inspektion der Konzentrationslager (Inspección de los Campos de Concentración) y su unión con la Gestapo, en diciembre de 1934, todos los campos menores e ilegales comenzaron a ser disueltos: el último de los campos de la primera etapa, Sulza, desapareció en abril de 1936. La creación de la Inspección y el nombramiento de Theodor Eicke, antiguo comandante del campo de Dachau, como jefe de ese departamento, permitió la reorganización de los primeros campos, paralelamente a un proceso de fuerte nacionalización y centralización que Himmler estaba llevando a cabo también en el caso de la policía política.

A partir de finales de 1934 y comienzos de 1935 comenzó la introducción del concepto de creación de un sistema de campos de concentración bajo el dominio de las SS y la Gestapo. Además, el número de los campos y de los detenidos se había reducido hasta unos niveles mínimos: en el invierno de 1934-1935, la Inspección de los campos de concentración tenía bajo su control cinco centros de detención y aproximadamente 3.000 detenidos en custodia preventiva.

En definitiva, podemos apreciar que el concepto de campo de concentración, aplicado a esta primera fase, muestra una serie de diferencias con el posterior sistema de campos. Por eso, no es totalmente correcto considerar estos centros como una parte del posterior sistema de campos, porque diferían tanto en sus funciones como en su organización y concepto básico, así como en la escala de la represión aplicada en cada caso. Sin embargo, sí podemos llegar a la conclusión de que estos campos fueron utilizados como una forma de persecución que se diferenció notablemente de la que se llevó a cabo durante las demás fases de su evolución, porque la “espontaneidad” de la represión desapareció en esta fase.

El número de personas que, a causa de los malos tratos o las ejecuciones, murieron en estos primeros campos no puede saberse con seguridad, aunque las cifras se pueden situar entre los 300 y los 800 muertos.

10 Un término procedente del inglés, ya que los primeros campos de concentración habían sido establecidos por Gran Bretaña, durante la guerra de los Boer (1899-1902).
11 Algunos autores han calificado esta primera etapa de la violencia nacionalsocialista como un fenómeno de violencia “espontánea”. REICHE, E. G., “From 'Spontaneous' to Legal Terror: SA, Police and the Judiciary in Nüremberg, 1933-1934”, en rev. European Studies Review, vol. 9, núm. 2, 1979, págs. 237-264. HARRISON, T., “Political Police and Lawyers in Hitler's Germany”, en rev. German History, vol. 10, núm. 2, 1992, págs. 226-237.