Un modelo europeo
Campos nazis y franquistas
Los campos salvajes
La fase de centralización
1939-1942
1942-1945
Población judía en Europa
Consideraciones finales
Empresas y mano de obra
Estimación de víctimas
Bibliografía



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El sistema de campos de concentración nacionalsocialista, 1933-1945
un modelo europeo



La primera mitad de la guerra (1939-1942)

Con el comienzo de la guerra se produjo la expansión del sistema de campos de concentración, y en el transcurso de esta expansión se transformaron nuevamente tanto la situación como las condiciones de los presos, pero también la composición de los grupos de detenidos.

Se incrementó el número de personas trasladadas a los campos, aunque ya durante la fase anterior a la guerra la dirección nacionalsocialista había previsto la detención de todos los enemigos potenciales del régimen. Desde ese momento, todos los campos dependientes de la Inspección de Campos de Concentración, sirvieron como centros de internamiento, interrogatorio y ejecución para los servicios de la Policía de Seguridad (Sicherheitspolizei). En octubre de 1939, Himmler ordenó que todas aquellas personas que durante las razzias policiales fuesen detenidas por vagancia en el trabajo, fuesen puestas en custodia. Además, se debía detener a todos los judíos que, después del prógrom de noviembre de 1938, no habían abandonado Alemania, así como todas las personas que provocasen inquietud o agitación entre la población; por ejemplo, en este contexto se endureció la persecución de los sacerdotes católicos, acusados de “minar la voluntad de lucha del pueblo alemán” con discursos pacifistas, de criticar al gobierno nacionalsocialista o que se quejaban por el trato que se daba a los judíos. Este proceso, junto al internamiento de los ciudadanos procedentes de los países ocupados por Alemania, provocó que el número de detenidos casi se cuadruplicase, pasando de unas 21.000 en agosto de 1939, a 70.000-80.000 en la primavera de 1942[20]. Sin embargo, el comienzo de la guerra afectó, básicamente, a los grupos sociales, políticos y raciales considerados “enemigos” de la Volksgemeinschaft, que pasaron a convertirse en el objetivo de la represión nacionalsocialista.

En los países de la Europa Occidental y del Norte, la persecución se centró, básicamente, en los grupos de adversarios políticos, en la oposición política, los saboteadores y los miembros de los diferentes grupos de resistencia que surgieron con la ocupación. Sin embargo, en ningún momento se produjo una persecución racial, porque el régimen nacionalsocialista consideraba a muchos de esos pueblos como “germanos” o afines (noruegos, daneses, holandeses, etc.).

En los países de la Europa Oriental, los procedimientos represivos nacionalsocialistas diferenciaron de los que tuvieron lugar en la Europa Occidental y del Norte. La represión no se centraba únicamente en la eliminación de los grupos de oposición política, sino, principalmente, en la puesta en marcha de la política racial del régimen, así como en el reclutamiento de mano de obra forzosa para la industria alemana. En estas zonas, la dirección de las SS comenzó a utilizar los campos de concentración como un instrumento de la política de ocupación; además, utilizaron también los campos para disciplinar a los trabajadores forzosos trasladados a Alemania. También comenzó, en el otoño de 1941, la construcción de nuevos campos de prisioneros de guerra de las SS, que desde su creación quedaron subordinados a la Inspección de campos de concentración. Entre octubre y diciembre de 1941, el Ejército alemán entregó a las SS más de 100.000 prisioneros de guerra soviéticos, que en su mayoría fueron condenados a morir de hambre y enfermedades[21].

Todo este proceso transformó la composición de los detenidos. Los presos alemanes habían sido, hasta el comienzo de la guerra, el grupo nacional más importante. Sin embargo, las persecuciones llevadas a cabo en los países ocupados tuvieron como resultado la transformación de la composición de los grupos de detenidos. Esto provocó que en el transcurso del conflicto los presos alemanes fueran convirtiéndose, progresivamente, en una minoría: en el otoño de 1941, los presos alemanes suponían el 75% de los detenidos; en agosto de 1942 eran el 33.6%; en diciembre de 1943, el 13%; en octubre de 1944, el 8%; y el 30 de marzo de 1945, el 7% de los detenidos[22]. Desde ese momento, los porcentajes mayoritarios de internados en los campos de concentración pasaron a ser de los presos procedentes de la Europa Oriental, especialmente polacos y soviéticos.

Con este proceso se produjo también una profunda transformación en la “jerarquización racial” de los grupos de detenidos, y comenzaron a aplicarse los nuevos conceptos de nacionalidad y “raza”. Esto afectó a los presos, porque las posibilidades de supervivencia estaban directamente relacionadas con la posición dentro de la jerarquía de los presos y los criterios raciales a aplicar: aquellos que estaban en los niveles más bajos de esta jerarquía (judíos y eslavos) eran los que tenían mayores posibilidades de ser eliminados. En el punto más alto estaban los alemanes no judíos, seguidos por los deportados de la Europa Occidental y del Norte. Estos eran los grupos que tenían mayores privilegios y que ocuparon, hasta el final de la guerra, las posiciones claves en el sistema de campos; de modo que se ampliaban sus posibilidades de sobrevivir.

La incorporación del sistema de campos a la red económica y administrativa de las SS sirvió para que Himmler pudiese utilizarlos como un factor económico de gran importancia. La utilización de los presos como mano de obra debía permitir que las SS se mantuviesen independientes de las empresas privadas, a pesar de que, a este nivel, la productividad de los presos era muy baja. Por otro lado, durante la primera mitad de la guerra, el trabajo de los presos se mantuvo como un sistema de “reeducación”, castigo y, finalmente, eliminación. Es decir, que el trabajo había perdido sus funciones productivas, y algunos grupos de detenidos eran exterminados mediante el trabajo. No se buscaba la rentabilidad, sino la explotación gratuita, el envilecimiento, la degradación y la “reeducación” del ser humano, con métodos completamente irracionales. Los internados debían ser “reeducados” dentro del orden, la limpieza, la obediencia incondicional y la férrea disciplina, conceptos que eran los pilares básicos del nuevo régimen, extrapolados a los campos de concentración.

La expansión del sistema de campos en este período se produjo de forma lenta y supuso una multiplicidad de aspectos. Por ejemplo, debido principalmente a las condiciones de detención (insuficiente alimentación, masificación, problemas de epidemias, escasa atención médica, etc.), desde el comienzo de la guerra se incrementó notablemente la tasa de mortalidad, de forma generalizada, y produjo la aparición, desde el invierno de 1939-1940, de epidemias de tifus, disentería, etc. En Dachau, la tasa de mortalidad se incrementó del 4% en 1938 al 36% en 1942; en Buchenwald pasó del 10% en 1938 al 19% en 1941; en Sachsenhausen pasó de poco menos del 3% en 1938, al 16.34% en 1941. Por otro lado, el régimen nacionalsocialista creó, en las zonas ocupadas, un cierto número de centros de internamiento y ghettos para judíos, mientras que los campos de concentración, especialmente los situados en el territorio del Reich, no fueron utilizados, en la primera mitad de la guerra, como instrumentos principales de persecución de los judíos.

Durante la primera mitad de la guerra, el sistema de campos de concentración estuvo caracterizado, principalmente, por el inicio de la introducción de dos factores que podemos denominar “trabajo” y “exterminio”. Por un lado, se llevaron a cabo las acciones de exterminio de los presos enfermos o débiles y el asesinato de los comisarios políticos soviéticos. A comienzos de 1942 se llevaron a cabo las primeras ejecuciones masivas de judíos en los campos de Polonia (Belzec, Sobibor y Treblinka), además de las que se estaban llevando en las zonas soviéticas ocupadas[23]. Por otro lado, se desarrollaban las primeras fases de la colaboración entre la industria alemana y el sistema de campos para utilizar a los presos como mano de obra en la economía de guerra, tanto en empresas estatales como en privadas. Poco a poco, la dirección de las SS y del Estado concedió una importancia cada vez mayor al trabajo de los presos, debido a las presiones de la industria alemana y al esfuerzo que suponía la “guerra total”.

Esto provocó que en el otoño de 1941 se llevase a cabo una reestructuración del trabajo en los campos de concentración y se estableció que las comandancias de todos los campos tuviesen su propio departamento para cuestiones relacionadas con el trabajo de los presos. Estas medidas estaban destinadas a impulsar la centralización y efectividad del trabajo de los detenidos, cuya utilización se había mantenido a niveles ínfimos. Himmler permitió también el empleo de presos en empresas no controladas por las SS, y dejó de poner obstáculos a los propósitos de los consorcios industriales alemanes para colaborar con la dirección de las SS en la utilización de los presos.

Las dos líneas de actuación que se desarrollaron a partir de 1941, el “exterminio” y el “trabajo”, no estuvieron, en ningún momento, enfrentadas una con otra, porque ambos elementos hacían referencia a grupos de víctimas que la dirección de las SS consideraba con ánimo diferente. Ambos factores se convirtieron, en la segunda mitad de la guerra, en los elementos determinantes del sistema de campos de concentración: el exterminio de los judíos europeos y el trabajo forzoso de los presos no judíos, en beneficio de la industria alemana.



20 KAIENBURG, “Vernichtung”, pág. 229.
21 La Inspección de campos de concentración informó a los comandantes de los campos que estos presos podían ser alojados in primitivster Formen (en las formas más primitivas). TUCHEL, Johannes, “Die Inspektion der Konzentrationslager 1938-1945. Das System des Terrors. Eine Dokumentation“, en revista Schriftenreihe der Stiftung Brandenburgische Gedenkstätten, núm. 1, Berlín, 1994., pág. 73.
22 STEIN, Harry, „Funktionswandel des Konzentrationslagers Buchenwald im Spiegel der Lagerstatistiken“, en HERBERT, Ulrich, ORTH, Karin, DIECKMANN, Christoph (Hg.), Die nationalsozialistischen Konzentrationslager. Entwicklung und Struktur, Edit. Wallstein, Göttingen, 1998, ver tablas 13 y 21, págs. 180 y 187.
23 HILBERG, Raul, Die Vernichtung der europäischen Juden, 3 Bde., Fischer TB Verlag, Frankfurt am Main, 1990, págs. 938-942.