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Memoriales y monumentos en Israel

Después de la Segunda Guerra Mundial, la imagen de los supervivientes del Holocausto, desde el punto de vista de la población israelí, se ha transformado constantemente. Algunos estudios se han centrado en los trabajos en los ámbitos del teatro, cine, literatura y artes visuales, producidos en Israel desde el final de la Segunda Guerra Mundial, reflejando el cambio que tuvo lugar en el discurso público sobre el Holocausto y la actitud de la sociedad israelí hacia ese tema.

La forma en la que el tema del Holocausto es representado en la cultura israelí desde el final de la Segunda Guerra Mundial, refleja los cambios que han ocurrido en la memoria del Holocausto en esa sociedad.

En los primeros años de la posguerra, la narrativa israelí estaba centrada en la persona del “nuevo judío”, el Sabra, totalmente opuesta al “viejo judío” de la diáspora. En este clima, se urgió a los supervivientes del Holocausto a que renunciasen a su identidad original y adoptasen la local. Durante esta fase, la memoria colectiva del Holocausto fue expresada en los conceptos de “Holocausto y heroísmo”.

El término “Holocausto” pertenecía a los supervivientes, que eran percibidos como representantes de masas que, supuestamente, habían marchado hacia las cámaras de gas como corderos al matadero. El término “heroísmo” pertenecía a los luchadores del ghetto, que eran percibidos como una aproximación al concepto de los pioneros en Palestina.

A raíz de los testimonios personales expresados durante el juicio de Adolf Eichmann, en 1961, la sociedad israelí cambió su concepto en relación con el Holocausto. Los horrores del Holocausto fueron asimilados en la conciencia pública, de forma que la dicotomía entre Holocausto y heroísmo dio paso a una menor atención a la memoria personal y una mayor empatía por los supervivientes.

Los cambios que sufrió la sociedad israelí a raíz de la Guerra de los Seis Días, la Guerra del Yom Kippur y el ascenso de la derecha política en 1977, volvió a transformar la imagen nacional, veló la distinción entre la identidad israelí y la judía, y permitiendo a las narrativas de los “otros” ser incluidas en la narrativa nacional.

También la posición del Holocausto en la memoria israelí comenzó a transformarse. Comenzó a moverse hacia el centro del discurso cultural israelí. Los trabajos centrados en el Holocausto comenzaron a proliferar desde comienzos de los años 1980, y en estos trabajos, producidos principalmente por “supervivientes de segunda generación”, el Holocausto fue transformado de una forma de narrativa nacional colectiva a innumerables narrativas personales.

La memoria del Holocausto se ha ido intensificando desde comienzos de los años 1990, como consecuencia de la primera Guerra del Golfo y de las dos “Intifadas”. Por un lado, las ansiedades existenciales israelíes han amplificado su sentido de identificación con la víctima judía. Por otro, los violentos acontecimientos de esos años han traído espinosas cuestiones sobre las preocupaciones humanas al candelero.

La forma en la que la cultura contemporánea israelí trata con el tema del Holocausto, refleja una combinación de aspectos personales, pertenecientes a la historia judía y sus significados, y aspectos universales, referentes a la actualización de la maldad en la historia de la humanidad, como conjunto.

Aunque el Holocausto se retira al pasado y el número de supervivientes está decreciendo, el Holocausto es una evidencia creciente en el discurso cultural y público del Estado de Israel.

La memoria de los hechos históricos y las narraciones referidas a esa memoria siempre han sido elementos centrales de la fe, la tradición y la identidad judía. La memoria del trauma histórico, en particular, ha jugado un gran papel giratorio en la conciencia nacional judía.

En este sentido, tanto el impulso para recordar el Holocausto y el significado relacionado con ese recuerdo son prescritos, hasta cierto punto, por la misma tradición. Hasta hoy en día, la historia continúa afirmándose como un elemento clave de la identidad judía, la memoria como la forma primaria de la fe judía.

Como cualquier estado, también Israel recuerda el pasado de acuerdo con sus mitos e ideales nacionales, con sus necesidades políticas del momento. Al cultivar un ritual unificado de recuerdo del pasado, el estado crea una relación común con él. El pasado recordado, interpretado colectivamente, se convierte, en una experiencia compartida. Actualmente, los judíos dependen de la memoria para su propia existencia como nación.

Como los memoriales del Holocausto en otros países, los de Israel reflejan tanto las experiencias del pasado como las vidas actuales de sus comunidades, así como la memoria misma del Estado. El acercamiento oficial a la memoria del Holocausto en Israel se ha enfrentado simultáneamente a la necesidad de recordar y a la de olvidar, entre la memoria de los supervivientes y la de los luchadores.

Irónicamente, sin embargo, para ligar la razón de ser del Estado con el Holocausto, los primeros fundadores también consideraron la Shoah como el centro de la identidad nacional. Incluso cuando los supervivientes suponían el 50% de la población del Estado, el lazo entre la identidad judía y la Shoah fue rechazado como un fenómeno del exilio. La imagen tradicional judía como víctima sería explícitamente suplantada por un nuevo ideal sionista de fuerza y autodeterminación.

La memoria del Holocausto es considerada dentro del momento presente: lo que sostuvo a los judíos durante el Holocausto sostiene a la actual generación. En este sentido, el recuerdo del Holocausto fomenta una unidad de identidad entre los mártires y una nueva generación de israelíes. Los mártires no son olvidados, pero son considerados heroicamente como los primeros en caer en defensa del Estado.

Donde los memoriales y museos en Europa (especialmente aquellos localizados en los lugares de destrucción) se centran incansablemente en la aniquilación de los judíos y evitan casi completamente el milenio de vida judía en Europa antes de la guerra, en Israel consideran los hechos en un continuo que incluye la vida judía antes y después de la destrucción. En los museos israelíes tienen prioridad la vida judía antes, durante y después del Holocausto.

En la narrativa creada por la colocación del Día de Recuerdo del Holocausto en el calendario nacional, el final de la Shoah no viene en la liberación de los campos de concentración, sino en la vuelta de los supervivientes y la redención que consiguen en la tierra de Israel. En todos los casos, el Holocausto está integrado en una historia judía más larga.

En cada comunidad, en cada rincón del paisaje de Israel, se recuerda la Shoah en una placa, la dedicatoria de un edificio, una tabla de inscripción. Las calles son llamadas con los nombres de los luchadores del ghetto de Varsovia, como Mordechai Anielewicz, y las escuelas como los mártires, como Janusz Korczak.

Aunque tanto los sitios memoriales oficiales como no oficiales en Israel parten de los mismos planteamientos nacionales, en conjunto constituyen un paisaje memorial tan amplio y diverso como el conjunto de la población de Israel.